ROBERTO DI COSMO, DOCTOR EN INFORMATICA Y ABANDERADO DEL SOFTWARE LIBRE
“A la gente se le vende una porquería y se la educa para que la use”
El italiano Roberto Di Cosmo tiene en la mira a Microsoft y las grandes corporaciones informáticas. Intenta quebrar el discurso único que plantean para el desarrollo tecnológico. Y lo hace a través de su trabajo por el software libre, uno de los mayores instrumentos de crecimiento económico e industrial. Aquí explica su tarea y su visión sobre el poder y el negocio de la tecnología.
Por Verónica Engler
–Tanto en su artículo “Trampa en el ciberespacio” como en su libro Asalto planetario. El lado oscuro de Microsoft usted planteaba un escenario informático mundial de extremo control sobre la información de los usuarios, al lado del cual el Gran Hermano de 1984 parecía una broma. Hoy, a más de una década de haber escrito ambos textos, ¿cambió su visión?
–Ese escenario no cambió mucho. Pero la cantidad de información que nosotros pusimos bajo forma digital aumentó masivamente. Hoy se pueden saber un montón de cosas de otra persona. Y el tema de controlar todo no está sólo en Microsoft, que era la empresa que apuntaba a hacer eso hace diez años. La estrategia de ellos era muy clara, querían controlar los servidores, los clientes, las máquinas, los navegadores, todas las herramientas de Internet. Querían controlar todo eso por razones económicas, pero una vez que se crea un armatoste de ese tipo significa más poder. Y hoy en día la cosa se volvió más compleja porque hay más, está Google por ejemplo, con la diferencia de que ellos tienen un principio ético-moral, que dice “don’t be evil”, “no sea malo”, aunque eso no tranquilice demasiado, pero por lo menos da un poco de paz en relación con la gente de Microsoft, cuya divisa nunca fue “no sea malo”, sino “cague a todos los que pueda a condición de mantenerse primero en el mundo”. Ese tipo de situación es todavía más impresionante desde el punto de vista de la población que no toma conciencia de los peligros que implica dejar toda su información en red. Hay tantas cosas útiles, prácticas y cómodas, como Facebook, donde uno pone información, se contacta con amigos y termina poniendo la mitad de su vida ahí. Así son los sitios de redes sociales en general, no sólo Facebook. Y lo que pasa es que después eso tiene consecuencias. Está todo basado en una regla autoimpuesta de las empresas. Si uno decide irse de Facebook, YouTube o Flicker, ¿puede borrar sus cosas, bajar sus fotos? No. ¿Y cómo se hace para hacer desaparecer toda esa información que uno ya no quiere que esté online? No se sabe. Una vez que se ponen las cosas ahí, después no se sacan nunca más. No sé si acá llegó, pero en Norteamérica y en Europa ya hay reportes de gente que empieza a tener problemas porque, por ejemplo, cuando se van a presentar a una empresa para que los reclute, los buscan en Internet y encuentran todas sus páginas y miran todo lo que hizo esa persona, y capaz no les gusta lo que ven y no le dan trabajo, y eso es muchísimo más eficaz que pagarle a un detective privado. Todavía no hay sensibilidad para eso, que es un problema real de seguridad. Pero con respecto a hace diez años, en algunas cosas sí hubo mejoras. Porque yo pensaba que no había manera de salir del monopolio de Microsoft, porque tenían demasiado poder. Pero hoy en día se ven pruebas de que todo el movimiento de software libre se profesionalizó, entró en las empresas, creó infraestructura. Y eso (el software libre) está basado en un principio completamente opuesto al de la empresa tradicional. Eso da un poco de esperanza, pero no tranquiliza acerca de la seguridad de la información. Se tiene que volver una prioridad industrial mantener la confidencialidad de la información personal, dar la posibilidad de borrar las cosas que uno no quiere que circulen más.
–¿Por qué si está tan probada la vulnerabilidad de un programa como Windows sigue siendo el sistema operativo más utilizado?
–El hecho de que hay productos de software que son una porquería, que los vendan caro y que no se pueda elegir otra cosa, no es un problema tecnológico, es un problema económico de mercado. El teclado que usamos hoy en día, el Qwertyw, en su origen era para que las chicas que tipeaban hace doscientos años pudieran ir más lento porque si no se trababa la máquina, entonces eligieron esa disposición de las teclas. Buscaron la disposición del teclado más innatural, la que atrasa más cuando se tipea. ¿Hoy en día tiene algún sentido? No, hoy esta computadora (dice señalando su notebook) podría resistir a un superhéroe que tipeara quinientas mil palabras por minuto, pero sigue eso así porque fue un estándar impuesto por reglas de mercado, por la mala tecnología de la época, porque no sabían hacer máquinas de escribir bien, entonces trabaron al usuario y después el usuario a fuerza de educarse para usar una cosa mala se quedó con eso. Casi todo el mundo tiene Windows, trabajan lento, le llenan de cosas la computadora y después les venden tres antivirus. El hecho es que a la gente se la acostumbra así, se le vende una porquería, se la educa para que use esa porquería, y de esta manera se tiene un mercado alrededor de la porquería y eso no se destraba fácilmente. ¿Por qué uno no se puede sacar de encima los productos de Microsoft? Porque cuando compra una PC viene con el Windows, y aunque no lo quiera lo tiene que pagar. Pero eso no es un problema tecnológico, sabemos hacer cosas mucho mejores. El problema es cómo hacer para que la gente cambie de cosas que son tecnológicamente malas a cosas que son tecnológicamente buenas. En Francia hace diez años que peleamos de varias formas, muchas veces se termina en juicios que de a poco las asociaciones de usuarios van ganando. Acá en Argentina, en la época de la crisis de 2001-2002, con la devaluación del peso, instalar el Windows en una máquina y cobrarlo salía carísimo. Entonces se abrió una posibilidad de mercado para que se instale un Linux (sistema operativo software libre, alternativo a Windows, que se desarrolló en diversas distribuciones, que son variedades del mismo programa), que lo hace una empresa que se llama Pixart, y ellos aseguraban que cuando se compraba la computadora todo funcionara con el Linux. Si la gente lo usa, después se puede hacer formación, crear programas, productos, cosas autónomas, y te liberás de ese desastre.
–¿Y por qué no hay más casos como el de Pixart, que logró trabajar con los fabricantes de computadoras para que acepten venderlas con Linux?
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